La adicción a la comida está directamente relacionada con el estado emocional de la persona, pero el estudio ha descubierto que esto no basta para formar un guión estable de comportamiento. La comida procesada con grasas desencadena ciertas reacciones en el cerebro: queremos comer un poco más. Y sólo un poco más.
Así que, si a las tres de la mañana se encuentra junto a la nevera buscando algo sabroso, sepa esto: es el deseo de satisfacción el que habla. Y es un hábito que se ha desarrollado a lo largo de muchos años.
Comprender los procesos químicos que conducen a la adicción a la comida ayudará a romper el estereotipo de que todas las personas que comen en exceso son indisciplinadas.
Afirmar que quienes luchan contra la adicción a la comida son perezosos o no tienen el nivel adecuado de autocontrol no es una buena idea, después de todo. Es como acusar a un alcohólico de luchar diariamente contra las ganas de ir a un bar y emborracharse. Al fin y al cabo, encontrar comida precocinada, grasienta y triplemente procesada es ahora mucho más fácil que comprar un almuerzo saludable. La obesidad infantil es un buen ejemplo de ello. En vista de ello, el debate sobre las verdaderas causas de la sobrealimentación y la obesidad puede renovarse.
El conocimiento es poder. Así que empecemos a abordar nuestros propios hábitos alimentarios poco saludables comprendiendo todos los procesos químicos que tienen lugar en el organismo. Por supuesto, nadie nos insta a eliminar el queso y comer ensaladas de inmediato. Pero tal vez el darte cuenta de que estás alimentando tu propio hábito de comida rápida te haga devolver ese quinto trozo de pizza a la caja.
